sábado, 2 de diciembre de 2006

Noche en la cafetería




Ayer estuvimos hasta casi las 3 metidos en la cafetería, cuantos recuerdos me vienen a la mente de ese sitio. He pasado muchas cosas de mi vida allí. Seré tonta por ponerme nostálgica en un momento así pero bueno, la mente no se puede controlar.

Se podían ver por todos lados a las parejas compartiendo miradas, susurros, agarrados de la mano o abrazados, compartiendo ese momento juntos que es para los dos. Esa felicidad que nunca sabré si es verdadera o momentánea en su relación, pero que hacen que por un instante quieras ser tú quien la disfruta.

Amores de esos de las películas, donde se ve que para ellos el resto del mundo no existe, donde hay tantas cosas que decir y compartir, tantos secretos que guardar... que dan ganas de poder tener algo similar que disfrutar.

Quizá es que dentro de mi siga viviendo esa niña pequeña que cree en su príncipe azul, el que la salvará de la maldad del mundo y la protegerá con sus brazos ante cualquier circunstancia. Ese príncipe que todas esperamos a pesar de que ya no creamos en cuentos de hadas, porque al fin y al cabo esa ilusión que tenemos es mucho más bonita que lo que nos encontramos en la realidad.

La chicas ya no son muñecas de porcelana que haya que cuidar por ser frágiles, ya hemos roto nuestra urna de cristal y hemos hecho que nuestros pies tomen contacto con el suelo. Lloramos, sufrimos y caemos, pero nos volvemos a levantar para enfrentarnos de nuevo a todo lo que nos echen. Porque hemos descubierto que podemos hacer mil cosas si nos empeñamos, y a más dificultades encontremos por el camino quiere decir que disfrutaremos más cuando lleguemos al final.

Ya no somos nosotras las que vamos corriendo a resguardarnos en los brazos de nuestros príncipes, ahora son ellos los que vienen a pedirnos consejo y ayuda para luchar contra el dragón. Porque hemos cambiado nuestros límites, porque hemos decidido empezar a tomar parte en un mundo que antes ni sabíamos que existía.

Somos fuertes, luchamos y conseguimos lo que nos proponemos, podemos mover el mundo y cambiarlo para que sea mejor, nuestras capacidades ya no tienen límite porque la sociedad ya nos ha abierto la puerta de la torre en la que nos tenía encerradas.

Pero a pesar de eso, seguimos esperando la llegada de ese príncipe, que no existe, pero que nos salvará de los dragones que nosotras mismas inventamos.

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