martes, 26 de octubre de 2010

10 minutos más


Hay días en los que no apetece salir de la cama. Esos días en los que suena el despertador e interrumpe ese sueño tan interesante, en los que notas el calor de las sábanas que te protege del frío de la mañana, y le pides al despertador diez minutos más.

Cuando pasa ese tiempo te recompones y coges el valor para enfrentarte a un nuevo día, que puede que sea igual al resto o tenga alguna cosa en especial, es algo que no vas a saber hasta que termine.

Sales de casa, como cada mañana, ves a gente por la calle mucho más despiertos que tú y te preguntas de donde sacarán tanto ánimo. Entonces entras en el metro y sigues leyendo ese libro que te transporta a otro mundo, donde todo está controlado, o al menos en parte, porque todo el mundo espera ese final feliz, o al menos un final que no influirá en tu vida cuando acabe, porque después de una historia vendrá otra.

Y llegas al laboratorio, para enfrentarte a ese proyecto que poco a poco va tomando forma. Lo miras, lo observas, y te das cuenta de que hay que cambiar las cosas pero no sabes cómo, pero te enfrentas a ello porque sabes que puedes, y si ahora no te encuentras llegará un momento en el que sí lo hagas. Vas dando forma, poniendo ideas en claro, cambiando cosas aquí y allí... Y llega un compañero a darte unas semillas de la primera planta que vas a cultivar en casa, una tontería, sí, pero es tu tontería y hará que observes un trozo de tierra todos los días.

Y sigues con ese proyecto, cuando te das cuenta de que entiendes lo que hay que hacer, estaba ahí todo el rato, y ahora ha aparecido la solución, pero no te da tiempo a hacerlo hasta el final porque es la hora de ir a trabajar. Es el segundo día que te pasa que quieres más tiempo para ello, que empiezan a no parecer suficientes esas tres horas que le dedicas todos los días.

Vas a trabajar, te da la sensación de que la gente no ha hecho mucho, y entonces empiezas con ese ánimo de no trabajar tampoco mucho. Te distraes con cualquier tontería, como una conversación tonta por el facebook con gente con la que quedarás mañana, y sabes que te encanta hacerlo porque son esas personas que te sacan una sonrisa siempre.

Terminas de trabajar, no sin antes sacar un libro de test de inglés, para practicar un poco, aunque para que no sea duro coges el de principiantes, que hay que empezar por algún lado y ver si recuerdas todas las cosas.

Vuelta a casa, metida de nuevo en el mundo fantástico, sufriendo, riendo, pensando en cómo puede acabar.

Y llegas por fin al hogar, con ganas de descansar, poder ver la tele durante un rato, algo que no haces desde días atrás. Echan una serie que ya has visto, pero da igual, porque aun así te gusta, hasta que meten esos indeseables de los anuncios, así acaban las sesiones de tele.

Recuerdas las semillas, y decides plantarlas en una maceta que es solo para ti (cosa muy rara pues siempre meten cualquier otra planta por medio). Buscas un lugar donde le vaya a dar bien el sol y cruzas los dedos para que pueda salir algo de ahí, al fin y al cabo es la primera vez que te dedicas a la flora y no a la fauna.

Vuelves al cuarto, aquel en el que comenzó la mañana y piensas que hacer, pues primero terminar el libro, no puedes dejar a los personajes en ese momento, hay que llegar hasta el final, pues estás a muy pocas páginas de acabar esa saga de siete libros, que te han tenido enganchada todo el mes. Lees, te emocionas, ríes, lloras, sufres, te alegras... llegas a la última palabra y sientes que ha finalizado el ciclo de un mundo en el que has vivido este tiempo.

Y mientras leías se han bajado varios episodios de la última serie que estás siguiendo, los ves y descubres que te sientes enganchada a la siguiente temporada, porque ya sabes que las series son así, aunque cruzas lo dedos para que no la cancelen, porque ya te ha pasado con varias.

Cuando has perdido la noción del tiempo te llaman a cenar, cenas lo que más te gusta, con un poco de tarta que te han dejado probar, y luego vuelta a la habitación, pensando qué hacer ahora. Jugar un rato a ese juego que te tiene tan enganchada, aunque al resto del mundo le parece una tontería, total tu manera de jugar es totalmente diferente al resto de los mortales. Todo lo que haces ahí lo tienes que apuntar, porque es una historia que solo entiendes tú.

Y finalmente llega la hora de volver a la cama, no tienes sueño, quieres seguir haciendo cosas, pero es un poco difícil, así que coges un nuevo libro y disfrutas de sus aventuras hasta que los párpados se cierran, que será justo ese el momento en el que tu día acaba.



Y te das cuenta que la opinión que tenías esa mañana de no querer enfrentarte al día era una tontería, al fin y al cabo, las pequeñas cosas hacen que sea un día especial.


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